A una calle
El calor es insoportable, he arrastrado una mesita a modo de escritorio provisional para estar en la zona más fría de casa, el aire circula, voy saliendo de la ducha; y el calor persiste. Sé que me está prohibido llamarte pero tu imagen ha estado cada vez más persistente en mi mente, después de unos interminables tonos escucho tu voz, un tímido “hola” es lo único que atino a decir, me dices que estas muy cerca de casa, –tal vez podemos vernos un momento–dices con lo que mis oídos creen es alegría, en menos de 10 minutos estoy en el auto cerca de tu posición, escuchando, viendo, oliendo cada movimiento de quien sea en tu búsqueda, como ave de rapiña buscando su preciado alimento, Paulette como siempre cuando la necesito falla una y otra vez, después de varias vueltas por fin logro comunicarme, –en 10 minutos llámame –me dices–, Paulette falla una y otra vez.
15 minutos después por fin logro ver tu figura acercándose, tengo que contener las ansias de correr a tu encuentro, tu sonrisa me atrae y me congela al mismo tiempo, no distingo si el calor me hace sudar o es tu cercanía, antes de poder decir nada me estas besando un beso cargado de deseos reprimidos por mucho tiempo, de esa intensidad que te caracteriza, cuando la inoportuna costumbre de respirar nos obliga a separarnos tímidamente pregunto –¿a dónde quieres ir?- pregunta estúpida, tú beso, tú mirada lo dice todo. Poco después a solas, despojados de toda la timidez que nos cubría, nos dedicamos a amarnos, a besar y acariciar cada centímetro de piel, nos amamos por lo general con delicadeza, con ternura extrema, sin embargo la espera ha desbordado nuestros deseos, aquel cuarto presencia una batalla llena de furia y pasión contenidas, el calor de nuestros cuerpos amenaza incendiar las sabanas, mis dientes muerden tus labios, tu cuello, tus senos, de tu boca salen suspiros intensos, cuando por un instante dejo de morder tu piel tu me tomas de la cabeza obligándome a seguir consumiendo tu piel, el tiempo y el espacio pierden el sentido, y toda aquella intensidad llega a su culminación en una explosión de gritos y jadeos, nuestros cuerpos tiemblan por tiempo indefinido, nuestro aliento se niega a regresar, pasan largos minutos antes de que podamos decir algo, solo atinamos a besarnos con ternura y cariño crecientes…
15 minutos después por fin logro comunicarme contigo, –lo siento, no nos podemos ver, estoy con mis amigos–dices con lo que adivino es una sonrisa–otro día ¿sí?...
Comentarios