Hacia frío y el hombre tosía, Un frío viento se colaba por debajo de la puerta. Pensó en la mujer. En estos momentos, el hombre hubiese dado cuanto tenía o cuanto llegara a tener con tal de poder abrazar el calor de la mujer, envueltos los dos en una manta, y así dormir. Hubiese dado todas las esperanzas de eternidad, todos los beneficios del pasado, con tal de estar con ella, junto a ella, envueltos en una manta, y dormir, sólo dormir. Parecía que dormir con la mujer en sus brazos fuera su única necesidad. Volvió a levantarse y salió, se dirigió hacia la calle. Luego, despacio avanzo por la solitaria ciudad hacia su casa. Eran ya casi las cuatro, la noche era clara y fría, sin signos del amanecer. El hombre estaba habituado a la oscuridad y veía bien en ella. Despacio, despacio, la casa de ella, como si de un imán se tratara, comenzó a atraerle. Quería estar cerca de la mujer. No era deseo. No. Se trataba de la cruel sensación de soledad incompleta, que exigía la presencia de una mu...