Andrea
El frío y la lluvia azotaba la playa en aquella mañana. Lo que no tiene la menor importancia porque nuestra historia no tiene lugar en ninguna ciudad cercana al mar, sin embargo en la ciudad capital hacia un día soleado y caluroso, lo cual tampoco afecta en absoluto la historia que a continuación acontece, estamos lejos de las grandes ciudades, lejos de la playa, no hace ni frío ni calor, es una mañana agradable con un poco de viento que solo atina a mover un poco las hierbas y flores silvestres de los campos que rodean las pequeñas casas de la ciudad, Un inspector de la policía local se se encuentra a la puerta de una de esas casas en una calle tranquila, no se imaginaba encontrar una casa como aquella, era en cierto modo “normal”, bien cuidada y limpia, no había nada en particular que llamara la atención, ni mucho nada indicaba que se hubiese cometido un crimen en aquel apacible lugar. Llamó a la puerta apartando los prejuicios y tratando de recordar su cometido, que era el descubrir a una posible criminal. Instantes después escuchaba los pasos de alguien que se dirigía a abrir la puerta y voces de niños, le abrió una joven y atractiva mujer, detrás de ella dos pequeños niños, que calculo de unos 7 y 3 años de edad —buena tarde, soy el Inspector Martínez, buscó a la señora Andrea—, se presentó. —Sí, soy yo, ¿en qué puedo servirle?— le contestó la mujer, el inspector se sorprendió aún más al conocer a la principal sospechosa, nunca imaginó que sería una mujer con una sonrisa tan maravillosa como la que estaba frente a él, le había impresionado y tardó un poco en contestar, —¿Sería tan amable de contestar algunas preguntas?— dijo sin poder ocultar su nerviosismo, el agente anterior le dijo que era una mujer terrible e inflexible que no cooperaría con la policía. —Por favor, pase inspector— Mientras le dirigía a la sala, la bella mujer enviaba a los niños al patio posterior de la casa, regresando a la sala con el inspector —¿Un aperitivo, inspector?— antes de que pudiera contestarle ya se lo servía, por un momento pensó rechazarlo amablemente, pero su buena educación le impidió negarse a la atención de la bella dama. —Gracias.— Se sentía incómodo con su nerviosismo, no podía explicárselo y era ese desconocimiento lo que le molestaba, ella por su parte se mostraba segura de si misma, cada movimiento y gesto era preciso y seguro, como si lo hubiese ensayado de antemano. Fue ella precisamente la primera en probar la bebida, como diciendo “vea, no hay ningún peligro”, el tomo un pequeño trago de aquella bebida, mientras buscaba las palabras correctas, antes de poder decir nada ella con toda tranquilidad le dijo —Ha venido usted a verme porque envenené a mi marido— declaró sin la menor turbación —¡Señora!— exclamó el inspector —. Señora yo… —Le envían de la jefatura. Todo el mundo cree que yo lo maté— continuó ella tranquilamente. Él trato de mantener el rostro con la firmeza característica de su personalidad y oficio. —Señora, he venido a pedirle su autorización para exhumar los restos de su señor esposo, fallecido en enero, para que los expertos puedan hacer algunos análisis. Ya usted se negó al anterior inspector que le visitó. Dígame por qué. —El anterior agente es un grosero, sin la menor educación, completamente repugnante, lo contrario a usted. Me negué a su petición, pero a usted no se la negare, estoy en contra de los hombres groseros, no en contra de la ley. —Usted me halaga—. Al final no importa si doy permiso o no —continuó ella con suavidad— estoy segura, conociendo los métodos de la policía, que ya hicieron la exhumación—. El inspector no pudo evitar ruborizarse— Y se perfectamente el resultado de sus análisis, no han encontrado nada, no hay sustancia ni veneno alguno, no hay nada que pueda involucrarme en su muerte, por eso está usted hoy aquí, por esa razón no han enviado a uno de esos agentes carentes de educación e inteligencia que solo saben resolver casos por medio de métodos brutales, usted es diferente, no encaja en el perfil de la policía. Usted ha venido a estudiarme, a buscar algún error en mi comportamiento o alguna contradicción en mis palabras que puedan darle un indicio de mi culpabilidad. El inspector se sintió descubierto y sorprendido por la inteligencia de aquella mujer, lo cual también le hacía sospechar aún más, una mujer tan inteligente podría ocultar un crimen más fácilmente. Decidió ser sincero y jugar su mismo juego. —Muy cierto señora...— Llámame Andrea por favor—. Le interrumpió ella—. Si, bien, —trato de continuar el sin perder la compostura ante la firmeza de ella— Cuando se pierde a un marido tan repentinamente, joven y saludable, que parecía llevar una vida normal, sin mayores sobresaltos, y en circunstancias tan extrañas, enfermar de pronto y morir al poco tiempo, los testigos asegura que fue feliz hasta el último momento de su vida, sin explicarse cómo pudo ser tan rápida su enfermedad y muerte. ¿Me comprende? —Sí, claro— Andrea se levantó, se acercó a la ventana, lo que permitió al inspector apreciar en toda plenitud las perfectas formas de su silueta contrastando con la luz del día. —¿Le gustaría que hiciera una confesión completa, estimado inspector? —Era una mujer provocativa por naturaleza, sin proponérselo ni recurriendo a métodos vulgares—. Como usted quiera —contestó el inspector tratando de aparentar calma— Sabía que era una mujer peligrosa, peligrosa en extremo, que había llevado el control total de la situación. Ella dejó de sonreír. —Yo maté a mi marido— Sorprendido el inspector preguntó —Dígame, ¿por qué lo hizo?— Me casé con él muy joven, me embarace al poco tiempo, en realidad no sabía muy bien en lo que me metía, y pronto me di cuenta que no le conocía, al principio el amor que le tenía me nubló la razón y no notaba todo lo desagradable que había en el, pronto llegó mi segundo hijo y la relación empeoraba poco a poco, sus defectos se hacían más notables, y las virtudes que otrora veía en él desaparecía velozmente, me di cuenta que era mis ilusiones lo que me enamoro de el, ilusiones que nunca se hicieron realidad, el hombre carecía de la ternura que yo necesitaba, sus mentiras e infidelidades se hacían más notorias y frecuentes, todo empeoraba a cada momento, hasta que me decidí terminar con aquella tortura, y apartarlo de mi vida por completo, en un principio solo pensé en separarme, divorciarme de él, pero temí por mis hijos, no soportaría apartarme de ellos ni un solo día, y no quería que recibieran la mala influencia de su padre, dejaría de hacerse cargo de los gastos a pesar de tener buenos ahorros en el banco, criar a dos pequeños no es algo barato, además él sería capaz de las más bajas estrategias para seguir amargándome la vida aun después de separados. Así que decidí apartarlo de nuestras vidas para siempre. —¿Y cómo lo hizo Andrea? —Ella se volvió hacia él, con una sonrisa maliciosa le dijo— Haciéndole feliz, cumpliéndole sus caprichos, fomentando sus vicios. Le preparaba los mejores guisos, los postres más apetitosos, tenía siempre presta la copa de vino o cerveza helada, le disponía la caja de cigarrillos, le dejaba dormir hasta tarde, la mesa siempre llena de apetitosos platillos, después de cada banquete el cuerpo estaba predispuesto para alimentos más carnales, yo le satisfacía plenamente en la alcoba, le dejaba exhausto y satisfecho, el hombre no está acostumbrado a cumplir todos sus caprichos, no soporto mucho tiempo. —Me tendrá que acompañar Andrea —¿A la comisaría, inspector?— No, a cenar, conozco un excelente restaurante en el centro de la ciudad, beberemos champán al son de la música. —Pero inspector...—Escúcheme Andrea, soy soltero, aun me considero joven, no soy feo, me han dicho. Tengo algunos ahorros, tal vez no sea un gran partido, pero tampoco soy desdeñable. —Mirándola fijamente a los ojos le dijo con la mayor seriedad— Quiero morir— Ella sonrió ante el descaro del inspector, le contempló de manera aprobatoria. —La felicidad —dijo por fin —, cuando se hace con justa medida, no es necesariamente fatal.
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