Súcubo

Aun era muy extraño llegar a casa, me mude hace ya un mes pero sigue pareciendo un lugar extraño, en cierta forma lo era, fui de los primeros inquilinos en aquella unidad habitacional recién construida, prácticamente el edificio estaba vacío, soy el único habitante del tercer piso, en la plata baja solo tres apartamentos están ocupados y en el segundo piso son dos los ocupados, al encontrarse un poco retirado de la ciudad tengo que salir temprano y no veo prácticamente a ningún vecino, al llegar en la noche aquello esta más desierto aun, lo cual no es un problema para mi, siempre he preferido estar solo y alejado de todo, pero aquella noche ocurrió algo muy extraño, como otras ocasiones no me encontré a nadie del estacionamiento al departamento, pero justo al salir de las escaleras, en mi piso donde  menos aun esperaría encontrarme a nadie vi que tenia nuevos vecinos, en la puerta del último departamento vi la silueta de alguien, solo fue un instante antes de que cerraran de golpe, no le di mayor importancia al asunto, por un instante me incomodo ya no tener el piso completo para mí, pero sabía que poco a poco aquello se llenaría de inquilinos nuevos, era algo inevitable. Esa noche fue la primera de muchas noches llenas de pesadillas, sueños intranquilos donde me sentía observado y después perseguido por algo o alguien que nunca alcanzaba a ver, que entre más corriera más crecía el miedo, cuando de pronto sentía que era alcanzado por aquello tan terrible despertaba sobresaltado, siempre justo a las tres de la madrugada, despertaba con un agotamiento tremendo, como si en verdad hubiese corrido para salvar mi vida, ya entonces no podía conciliar el sueño de nuevo. Un par de días después volví a ver a mi vecino, o más bien, a mi vecina, pude verla mejor una noche especialmente fría, estaba al medio del pasillo, al parecer se dirigía a las escaleras de las cuales yo estaba saliendo, pronuncie un -buenas noches- sin recibir respuesta, a pesar de su actitud fue más que evidente que se trataba de una hermosa mujer, alrededor de los 30, tal vez más joven, alta e imponente, vestía de negro, cabello largo que le cubría parte de la cara, la piel muy pálida, blanquísima como la luna misma, aquel fugaz encuentro fue muy significativo, volvía a mi mente una y otra vez, tarde en dormir, no dejaba de pensar en aquella misteriosa mujer, cuando por fin pude dormir no hubo pesadillas, ni siquiera un sueño, pareciera que solo cerré los ojos y me desconecte del mundo, desperté tarde, el despertador no fue capaz de despertarme, corrí al trabajo sin tiempo ni de desayunar, entre las prisas y las tareas de la oficina no pensé más en aquella mujer, me olvide hasta llegar a casa por la noche, nuevamente estaba ahí, parada fuera de su departamento, su mirada fija mirando sin mirar al infinito, ojos grises, brillantes que me sorprendí mirando, intente saludar pero las palabras no salieron de mi boca, abrí la puerta de mi departamento y antes de poder entrar me regrese a verla de nuevo, ya no había nadie ahí. aquella noche no sentí tanto cansancio, después de cenar tome un baño, llevando el vino di un sorbo directo a la botella mientras el agua tibia caía sobre mí, al abrir los ojos la vi, estaba ahí parada en la puerta entre abierta, quise cubrirme primero, enojarme por la intromisión después, pero solo permanecí inmóvil bajo el agua que poco a poco llenaba de vapor el lugar. ella entro, cerró la puerta tras de sí, y empezó a desnudarse lentamente, sin mirarme, con la familiaridad de una amante que toma uno más de cientos de baños junto a su pareja, mis pensamientos estaban obtusos, no podía culpar al vino, medio vaso en la cena y un pequeño sorbo en la ducha no podrían generar una alucinación tan real, aquella mujer en su total desnudez, mostrando sin pudor aquel cuerpo delgado y de blanquísima piel, se acerco a mí, rodeándome con sus brazos tomo el jabón que se encontraba frente a mí, pude sentir el contacto de sus senos, firmes, seguros de si, enterrándose en la piel de mi espalda, su piel era muy fría, un contraste muy grande entre el agua que nos caía, sin separarse de mi empezó a pasar la pastilla de jabón por mi pecho, quise decir algo, moverme, girarme para ver una vez más sus ojos, pero no pude, no podía moverme un milímetro, hasta mi respiración parecía detenerse, ella frotaba con suavidad mi pecho, mis hombros, apartándose un poco empezó a lavar mi espalda lo hacía muy lentamente, cosa que agradecí en silencio, pese a lo extraño e inverosímil de la situación, aquello era placentero en extremo, no recordaba jamás haber recibido caricias tan agradables, caricias que regresaron por los costados a mi pecho, y fueron bajando lentamente, su cuerpo se pegaba más al mío, y con el jabón y agua de por medio podía sentirla por completo, no quería que aquel sueño terminara nunca, no imagine que llegaría a tocarme íntimamente, pero lo hizo, aquello me tomo por sorpresa, pero seguía sin poder mover un musculo, sin embargo instintivamente  me resistí un poco, ella pareció notarlo aun cuando no me movía, sus caricias fueron más intensas, incluso me provocaron un poco de dolor, quise salirme escaparme de ahí, pero no pude, un miedo se apodero de mi, un miedo que me recordó a la desesperación de mis pesadillas, pero entre más temiera, entre más me resistiera sus caricias se volvían más bruscas, sus dedos se tornaban más duros, sus uñas se enterraban en mi piel, al no poderme resistir me rendí, deje de luchar -hazme lo que quieras-pensé- en ese mismo momento sus caricias se hicieron suaves, el placer volvía, tal vez más intenso, sentí sus labios besarme la espalda y los hombros, pequeñas mordidas que no dolían que al contrario, aumentaban el placer, el clímax se acercaba rápidamente, sus besos y caricias se hicieron más rápidos, sus mordidas más candentes e intensas, antes de llegar al punto sin retorno se detuvo, me soltó y salió desnuda del baño, alcance a escuchar por vez primera un sonido de ella, era una risa de niña traviesa, pude moverme de nuevo, busque por todos lados, no había nadie ahí, ni siquiera su ropa estaba, con solo una toalla salí del apartamento y me dirigí al que pensaba era donde vivía aquella mujer, la puerta estaba abierta, dentro no había nadie.

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