Annabel
Una noche, Annabel se las arregló para burlar la viciosa vigilancia de su familia. Bajo un macizo de mimosas nerviosas y esbeltas, al fondo de su villa, encontramos amparo en las ruinas de un muro bajo, de piedra. A través de la oscuridad y los árboles tiernos, veíamos arabescos de ventanas iluminadas que, retocadas por las tintas de colores del recuerdo sensible, se me aparecen hoy como naipes —acaso porque una partida de bridge mantenía ocupado al enemigo—. Ella tembló y se crispó cuando le besé el ángulo de los labios abiertos y el lóbulo caliente de la oreja. Un racimo de estrellas brillaba plácidamente sobre nosotros, entre siluetas de largas hojas delgadas; ese cielo vibrante parecía tan desnudo como ella bajo su vestido liviano. Vi su rostro contra el cielo. extrañamente nítido, como si emitiera una tenue irradiación. Sus piernas, sus adorables piernas vivientes, no estaban muy juntas y cuando localicé lo que buscaba, sus rasgos infantiles adquirieron una expresión soñadora y atemorizada. Estaba sentada algo más arriba que yo, y cada vez que en su solitario éxtasis se abandonaba al impulso de besarme, inclinaba la cabeza con un movimiento muelle, letárgico, como de vertiente, que era casi lúgubre, y sus rodillas desnudas apretaban mi mano para soltarla de nuevo; y su boca temblorosa, crispada por la actitud de alguna misteriosa pócima, se acercaba a mi rostro con intensa aspiración. Procuraba aliviar el dolor del anhelo restregando ásperamente sus labios secos contra los míos; después mi amada se echaba para atrás con una sacudida nerviosa de la cabeza, para volver a acercarse oscuramente, alimentándome con su boca abierta; mientas, con una generosidad pronta a ofrecérselo todo, yo le hacía tomar el cetro de mi pasión.
— Lolita — Vladimir Nabokov
Comentarios
Ya me persiné
Puro pecado tu blog ajaja
Pese a tener millones de años que lo leí, sabía que era Lola lo que estaba degustando.
Ese maldito de Nabokov nos marcó a todas.
Es una novela simplemente "atemporal"