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Mostrando las entradas de febrero, 2007

VII.

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Jaime, Carlos, Manuel, Pedro, Gilverto, tengo todos los nombres de los hombres entiendo por garote, cuasimodo, rododendro, paloagrio y aceite, azufre, pedernal, gato pómez, rastrojo... Si alguien se queda en algún lado, si alguien mata, si alguien es muerto, si alguien ama hasta quedarse mudo, si alguien se duele o goza de algún modo, estoy, no cabe duda, soy yo en algún momento. Jaime Sabines

ya casi, ya casi, aguanta un poquito más

« ¡Carajo! Estoy cansado. Necesito morirme siquiera una semana. » La intencion era continuar sin interrupciones con la Autonecrología de Sabines, hasta el final (muy a tiempo recupere el libro de Jaime Sabines), pero el tiempo se agota, no hay mucho futuro para este blog (en realidad el que desaparecerá es el autor, el blog tal vez dure un poco más). Hoy después de mucho darle vuelta al asunto me doy cuenta que no soy bueno mintiendo, ni siquiera mintiendome a mi mismo, al final, cuando todo pareciera "normal" (que palabra tan desagradable) me doy cuenta que mi actual realidad es una nata, es una nata que cubre el fango que es mi verdadera realidad (odio la nata, es de las cosas que pueden hacerme vomitar casi de inmediato) Desde hace años (29 más o menos) he detestado la vida, mi vida, he buscado interesarme en cualquier cosa que pudiera llamar mi atención, muchas cosas pudieron llenarme de curiosidad, llena...

VI.

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El mediodía en la calle, atropellando ángeles, violento, desgarbado; gentes envenenadas lentamente por el trabajo, el aire, los motores; árboles empeñados en recoger su sombra, ríos domesticados, panteones y jardines transmitiendo programas musicales. ¿Cuál hormiga soy yo de estas que piso? ¿qué palabras en vuelo me levantan? "Lo mejor de la escuela es el recreo", dice Judit, y pienso: ¿cuándo la vida me dará un recreo? ¡Carajo! Estoy cansado. Necesito morirme siquiera una semana. Jaime Sabines

V.

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Te quiero porque tienes las partes de la mujer en el lugar preciso y estás completa. No te falta ni un pétalo, ni un olor, ni una sombra. Colocada en tu alma, dispuesta a ser rocío en la yerba del mundo, leche de luna en las oscuras hojas. Quizás me ves, tal vez, acaso un día, en una lámpara apagada, en un rincón del cuarto donde duermes, soy una mancha, un punto en la pared, alguna raya que tus ojos, sin ti, se quedan viendo. Quizás me reconoces como una hora antigua cuando a solas preguntas, te interrogas con el cuerpo cerrado y sin respuesta. Soy una cicatriz que ya no existe, un beso ya lavado por el tiempo, un amor y otro amor que ya enterraste. Pero estás en mis manos y me tienes y en tus manos estoy, brasa, ceniza, para secar tus lágrimas que lloro. ¿En qué lugar, en dónde, a qué deshoras me dirás que te amo? Esto es urgente porque la eternidad se nos acaba. Recoge mi cabeza. Guarda el brazo con que amé tu cintura. No me dejes en medio de tu sangre en esa toalla. Jaime Sabines

IV.

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Y bien. Es el momento de amontonar palabras, hojarasca, y quemarlas. Y si echamos las manos a ese fuego, si el pelo, si una parte del alma, si los ojos, mejor, tanto mejor. De este residuo de los días hay que impregnar la almohada. (Bajo las sábanas el cuerpo mutilado se reconstruye.) La soledad es rica en amapolas y el silencio despierta los sueños. Jaime Sabines

III.

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Ahora se abren puertas de cuartos vacíos, se oyen pasos en el tejado que no existe, Hay campos de concentración, hay alambradas en que famélicos dioses piden agua. Santos arbóreos (criminales colgados de sus brazos) y subterráneos topos se saludan. Es cuestión de raíces. Hay una raíz que amamanta a los muertos con una leche agria, metálica y purísima. Otra raíz para las águilas en vuelo, una raíz del viento más delgado y más fino. Y otra raíz de espanto con que te dan el chocolate y las sonrisas. Mírame bailar en un solo pie sobre el alambre de la luz. Yo alumbro esta esquina los miércoles hasta que llegan a los quicios a hacerse el amor. Ando buscando quién me regala un río. Me despierto temprano cuando la noche apenas si se estira en la cama, para acechar las amenazas, para torcerles el pescuezo dormiladas. Pero hay una mujer que se complace en sacar serpientes todo el día. Hay un nido de arañas en un lugar del sueño. No hay paz, no hay paz, hay estertores, odios violentos como un lá...

II.

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Hay un día entre el domingo y el lunes que salgo al campo. Allí me reconcilio con la vida pastando (la alfalfa tiene un sabor a verde exquisito y las moscas son mínimas y tranquilas). Dice el doctor que todo es mal de los nervios. Lo mismo dice Buda en esa novela que escribió hace poco acerca de los Beatles. Jaime Sabines

Autonecrología

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I. Cuatro, cinco, seis voces conocidas salen de mi garganta, salgo yo de cenizas, de escombros familiares, soy un coro de inválidos, de agónicos, de encorvados bufones recogiendo monedas que no sirven. "Me he muerto tantas veces", es un decir como otros No he dormido, es lo cierto, y ya no tengo ni hambre. Si alguien me deja por allí, si alguien me tira bajo un árbol o en algún basurero ¡qué descanso! ¡Aquí, jinetes del apocalipsis diario, voy a trabarles las patas con un cordón de seda! ¿Que qué es este saco que llevo a mi espalda? Es un costal con mis víceras más queridas: hígado y riñones, pulmón y tripas, páncreas para los gatos desvelados. ("Miau" es la expresión más tierna del amor.) Aquí viene uno, míralo. Se me parece como una gota a otra. (Somos dos l...

A ti única

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Un poco de cielo y un poco de lago donde pesca estrellas el grácil bambú, y al fondo del parque, con íntimo halago, la noche que mira como miras tú. Florece en los lirios de tu poesía, la cándida luna que sale del mar. Y en flébil delirio de azul melodía, te infunde una vaga congoja de amar. Los dulces suspiros que tu alma perfuman, te dan, como a ella, celeste ascensión. La noche...tus ojos...un poco de Schumann... y mis manos llenas de tu corazón. L.A.

Confusión

¿Será? ¿Podré? ¿Es miedo, o solo timidez? ¿Cómo reaccionará? Lo quiero hacer, pero aun hay mucho que vencer.