III.
Ahora se abren puertas de cuartos vacíos,
se oyen pasos en el tejado que no existe,
Hay campos de concentración, hay alambradas
en que famélicos dioses piden agua.
Santos arbóreos (criminales colgados de sus brazos)
y subterráneos topos se saludan.
Es cuestión de raíces.
Hay una raíz que amamanta a los muertos
con una leche agria, metálica y purísima.
Otra raíz para las águilas en vuelo,
una raíz del viento más delgado y más fino.
Y otra raíz de espanto
con que te dan el chocolate y las sonrisas.
Mírame bailar en un solo pie
sobre el alambre de la luz. Yo alumbro
esta esquina los miércoles
hasta que llegan a los quicios a hacerse el amor.
Ando buscando quién me regala un río.
Me despierto temprano
cuando la noche apenas si se estira en la cama,
para acechar las amenazas,
para torcerles el pescuezo dormiladas.
Pero hay una mujer que se complace
en sacar serpientes todo el día.
Hay un nido de arañas en un lugar del sueño.
No hay paz, no hay paz, hay estertores,
odios violentos como un látigo,
lamentos inauditos.
Cógete de la mano de la furia
y apágate en seguida,
disciplina tus brasas,
amordaza las pústulas briosas,
deténte.
Viene el aire gimiendo,
la subversiva tranquilidad que ronda la casa.
He aquí el responso,
la misa de las doce de la noche de siempre.
Buenas gentes, entrad al patio,
seamos hermanos en el nombre del átomo
(los cuchillos en esta canasta
y, por favor, las piedras),
en el nombre de Carlota seamos hermanos,
seamos hermanos en el nombre del gato
y del escarabajo.
Los gusanos, hermanos, son buenas gentes.
No hay que tenerle miedo al agujero del patio.
Jaime Sabines
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