Autonecrología
I.
Cuatro, cinco, seis voces conocidas
salen de mi garganta,
salgo yo de cenizas,
de escombros familiares,
soy un coro de inválidos, de agónicos,
de encorvados bufones
recogiendo monedas que no sirven.
"Me he muerto tantas veces", es un decir como otros
No he dormido, es lo cierto,
y ya no tengo ni hambre.
Si alguien me deja por allí,
si alguien me tira bajo un árbol
o en algún basurero
¡qué descanso!
¡Aquí, jinetes del apocalipsis diario,
voy a trabarles las patas
con un cordón de seda!
¿Que qué es este saco que llevo a mi espalda?
Es un costal con mis víceras más queridas:
hígado y riñones, pulmón y tripas, páncreas
para los gatos desvelados.
("Miau" es la expresión más tierna del amor.)
Aquí viene uno, míralo.
Se me parece como una gota a otra.
(Somos dos lágrimas caídas de los ojos de la muerte,
Columba.)
Concubinas del Diablo, señor de los misterios,
padre nuestro recemos,
cantemos al oráculo de la buena vida,
entonemos el himno de la resurrección
en los pétalos inmensos de la noche abierta.
Jaime Sabines
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