Forbidden passion

Después del beso en el cine, no fue posible otra salida, hasta un par de semanas después, estaba desesperado por tenerte nuevamente entre mis brazos, por sentir tus labios en los míos, durante todo este tiempo te tenía en mente día y noche, sabía lo que quería, sabía que también tu lo deseabas, estaba decidido, ninguno de los dos había mencionado el asunto y no era necesario, los dos lo queríamos.

Era un domingo, también por la mañana, una fría mañana, esta vez tome las medidas necesarias, no volvería a llegar tarde, fue poco el tiempo que espere, minutos que parecían décadas, sin embargo valió la pena, vaya que si, al verte, mi corazón, mi respiración se detuvieron, desde aquel día en el cine, te veía más y más hermosa en cada ocasión. Después de saludarnos con un tímido beso, rápidamente nos pusimos en marcha, no preguntaste a donde nos dirigíamos, y yo no habría sabido como contestar, pero no hizo falta, ya lo sabías, creo que a ti, de igual forma,  se te dificulto preguntarlo.

Si aquella vez, en el cine, fue algo prohibido, esto se salía de los parámetros, al acercarnos a nuestro destino empecé a sudar, pese al frio de la mañana, tú lucias tan nerviosa como yo, y esto me atraía aun más. Un par de calles antes de llegar, te hice la pregunta ¿estás segura? Con una decisión que me sorprendió me contestaste que “sí” no hubo necesidad de más palabras, ahí mismo nos besamos con gran pasión, instantes después estábamos en nuestra habitación, al cerrar la puerta y a la vez que corría el seguro de la puerta, un frio se introdujo directamente a mi columna vertebral, pero ya era demasiado tarde, al voltear hacia ti, las dudas desaparecieron, no pude resistir el besarte una vez más, empujándote suavemente y sin dejar de besarte te recosté en la cama, y por bastante tiempo estuvimos así, solo hablándonos con besos.

La pasión de tus besos era inmensa, con una energía contenida, aun así, estabas nerviosa, tomemos un baño –sugerí– nos hará sentir mejor y nos relajara un poco, dentro de la tina mientras besaba tu cuello y espalda, mis manos se encargaban de enjabonarte, la espuma te empezó a cubrir llenando de magia tu imagen, permanecimos de la tibia agua por unos minutos más, el agua cumplió a la perfección su cometido, te sentía y me sentía más seguro, con delicadeza fui secando cada rincón de tu cuerpo, detrás de la toalla iban mis labios, besándote por completo, pronto la toalla fue arrojada lejos de ahí, y la tarea de secar la humedad de tu cuerpo quedo únicamente para mis labios, tu piel se estremecía, lo cual hacia que yo me estremeciera también, el camino de tu piel me condujo a tu pecho, a tus hombros, a tu cuello, a tus labios, una breve pausa me mostro en tu mirada que estabas lista, acariciándote, y extremando todas las precauciones de que soy capaz, recurriendo a toda mi delicadeza y ternura, me introduje dentro de ti…

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