Agua
... me trajo el sombrero, y por ello supe que iba a la cálida luz del sol. Este pensamiento, si es que una sensación muda puede llamarse así, me hizo saltar de alegría.
Bajamos caminando por el sendero que conducía a la caseta del pozo de la casa, atraídas por la fragancia de la madreselva que la cubría. Alguien estaba bombeando agua, y mi instructora me colocó la mano bajo el chorro. Mientras el fresco líquido se derramaba por mi mano, ella me tomo la otra y deletreó allí la palabra agua, primero lentamente y después con viveza. Permanecí inmóvil, concentrando la mente en el movimiento de sus dedos. De repente me asaltó como una vaga conciencia de algo olvidado..., la excitación de un pensamiento recobrado, y sin saber muy bien cómo me fue revelado el misterio del lenguaje. Supe entonces que A-G-U-A correspondía al maravilloso frescor que yo sentía resbalar por mi mano. Aquella palabra viva despertó mi alma, le infundió esperanza, la llenó de luz y de alborozo, ¡la liberó! Cierto es que todavía quedaban obstáculos que salvar, pero eran obstáculos que andando el tiempo podía vencer sin dificultad.
Me alejé del pozo con un deseo enorme de aprender. Ahora todo tenía un nombre, y cada nombre alumbraba otra idea. De regreso a la casa todos los objetos que palpaba parecían estremecerse llenos de vida. La causa de ello estaba en que ahora lo veía todo con la extraña y súbita visión que me había poseído.
Helen Keller
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