How can I forget your tender smile
Moments that I have shared with you
Our hearts may break
But they're on their way
And there's nothing I can do
Ohh...
So do what you're gotta do
And don't misunderstand me
You know you don't ever have to worry 'bout me
I'd do it again
I can understand that it can't be
Guess it's hard as you were meant for me
But I can't hide my own despair
I guess I never will
Ohh...
So do what you're gotta do
And don't misunderstand me
You know you don't ever have to worry 'bout me
I'd do it again
So tired of life
No fairytale
So hold your fire
'Cause I need you
Ohh...
Just do what you're gotta do
And don't misunderstand me
You know you don't ever have to worry 'bout me
I'd do it again
Do what you're gotta do
And don't misunderstand me
You keep going over every word that we've said
But you don't have to worry
About me
Me gusta dejar comentarios a lo que leo, pero creo que casi nunca entiendo lo que quieres decir en realidad, así que mejor sólo digo "leído", aunque tú no sé si leas, pero no comentas :P
Aquel beso fue un extraordinario y perturbador obsequio de la vida, aunque suene cursi, no puedo verlo de otra forma; llegó en el mejor momento. Y lo digo no sólo por la adversa reacción que, esa noche, al escuchar mis cuentos sobre erotismo infantil, tuvieron algunos clientes del café donde los leí, sino porque yo misma atribulada por sus impresiones subterráneas, me sentí cual malvada bruja de los tradicioneles cuentos. Sin embargo– como si la juguetona vida, luego de divertirse un poca a mis costillas, hubiera querido congraciarse (pero hija, por qué te afliges tanto, si no andas tan errada; mira, ahí te va eso)– cuando salía del lugar, apareció un chiquillo detrás mío y, poniéndome un dedito en el hombro, dijo: "Oiga, disculpe, ¿podría darle un beso?. Temblé como gota de agua a punto de caer por el filo de una mesa, ante la petición. Acaso no dejaba yo una conflagración moral a mis espaldas; entonces, ¿qué hacía esta criatura pidíéndome semejante cosa?. –Y tú, ¿de dónde sales?...
Hace mucho tiempo, a esta hora de la madrugada o quizás aún más tarde, me quejaba en soledad del terrible día. Percatando que los días anteriores también habían sido malos. Han transcurrido años desde entonces, y cada día parece ser peor que el anterior. Dolores y malestares se han entrelazado en distintas partes de mi cuerpo, que parece cada vez menos resiliente. Incluso mis manos, antes ágiles, ahora son torpes, tirando las cosas de torpe forma y rompiendo lo que tocan. Los dolores se han arraigado de manera crónica, convirtiéndose en compañeros familiares a los que, de alguna manera, me he adaptado. Mis facultades mentales muestran signos de declive, como si estuvieran inmersas en un lento ocaso. Los recuerdos se desvanecen con frecuencia, el proceso de aprendizaje se torna arduo y la claridad mental se vuelve esquiva. ¿Qué razón hay para seguir adelante? ¿Por qué persistir en esta lucha? Estas preguntas permanecen sin respuesta, colgando en el aire sin una resolución clara. A pesa...
Comentarios