Aquel beso fue un extraordinario y perturbador obsequio de la vida, aunque suene cursi, no puedo verlo de otra forma; llegó en el mejor momento. Y lo digo no sólo por la adversa reacción que, esa noche, al escuchar mis cuentos sobre erotismo infantil, tuvieron algunos clientes del café donde los leí, sino porque yo misma atribulada por sus impresiones subterráneas, me sentí cual malvada bruja de los tradicioneles cuentos. Sin embargo– como si la juguetona vida, luego de divertirse un poca a mis costillas, hubiera querido congraciarse (pero hija, por qué te afliges tanto, si no andas tan errada; mira, ahí te va eso)– cuando salía del lugar, apareció un chiquillo detrás mío y, poniéndome un dedito en el hombro, dijo: "Oiga, disculpe, ¿podría darle un beso?. Temblé como gota de agua a punto de caer por el filo de una mesa, ante la petición. Acaso no dejaba yo una conflagración moral a mis espaldas; entonces, ¿qué hacía esta criatura pidíéndome semejante cosa?. –Y tú, ¿de dónde sales?...
Ingreso a la habitación, está oscuro pero no hace falta encender las luces, tú lo iluminas todo, tu luz, tus colores inundan el lugar, apenas unos instantes antes temblaba de nervios, hace tiempo que ambos deseábamos estar juntos, por fin ha llegado ese día, te encuentras recostada en la cama, volteas a verme cuando me acerco a ti, intentas decir algo, pero te detengo suavemente, las palabras no hacen falta, y así en silencio empiezo a desnudarte, despacio, sin prisas, tu piel se muestra poco a poco hasta quedar por completo al descubierto, froto mis manos con aceite aromático y empiezo a recorrer tu cuerpo desde la punta de tus pies tratando de buscar la relajación y el placer en tu cuerpo, alejar las dudas, los miedos, los prejuicios por medio de suaves caricias y elevar tu temperatura, subo poco a poco por tus piernas, continúo con tus manos, brazos hasta los hombros, después lentamente hacia el cuello, tienes los ojos cerrados, te has entregado a mis manos por completo, sin de...
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